
Es obvio que la Tauromaquia está vertiendo ríos de tinta. Y en mi opinión, lo hace movida por una tremenda enfermedad que compartimos antitaurinos, protaurinos, y agnósticos: la enfermedad de lo “políticamente correcto”.
Actualmente el toreo no es una actividad políticamente correcta, como se ha encargado de señalar la Generalitat de Catalunya, y quién sabe hasta qué punto ello ha animado a algunos seguidores del blog a ir la plaza de toros de forma incondicional cada vez que toca José Tomás, sin importarles cómo torean otros toreros considerados igualmente buenos. ¿Lo hacen por culpa de Pilar Raola y de sus declaraciones antitaurinas? ¿Por culpa de la irracionalidad que mueve al antitaurismo? ¿Por una cuestión de profundidad e incluso espiritualidad que se me escapa? ¿Por el misterio y la atracción que ejerce la muerte? ¿O por culpa de los precios de los museos y otros centros que también promueven el arte y la poesía, y que no pisan en su vida?
Pero dejemos de lado las preguntas y los argumentos demagógicos, que también son una enfermedad. En el particular diccionario ideológico que compartimos más o menos algunos miembros de este espacio, hay tabúes dogmatizados que nos despiertan la bestia que llevamos dentro, dogmas que antes aceptábamos desde nuestro inconformismo adolescente, pero que con el tiempo hemos cuestionado.
Algunos de ellos son:
Tauromaquia=garrulismo, asesinato gratuito
Españolismo=fascismo, garrulismo
Catalanismo=libertario, izquierdismo
Punk=inconformismo
Pop=blando, conformista.
_______=_______ (escriban el suyo en la parte de comentarios)
¿Qué opinan? La polémica está servida.